Un día, un niño muy pobre que iba de puerta en puerta vendiendo
lo que podía para pagar sus estudios, notó que sólo tenía diez (10) centavos en
su bolsillo, lo cual no le alcanzaba para saciar el hambre tan grande que tenía
en ese momento. El chico decidió que pediría un poco de comida en la próxima
casa a la que fuera.
Sin embargo, se puso tan nervioso cuando la joven amable de la
próxima casa le abrió la puerta, que sólo se atrevió a pedir un vaso de agua.
La joven notó en el rostro del chico el hambre tan grande que éste parecía
tener, así que le trajo un vaso de leche en lugar de agua.
El chico se tomó la leche lentamente y al acabársela le preguntó
a la joven: “¿Cuánto le debo?.”
“No me debes nada” respondió ella. “Mi madre nos enseñó que la
bondad no se cobra.”
El chico le dijo: “Te doy las gracias desde lo profundo de mi
corazón.” Mientras se alejaba de la casa, Gustavo Fuentes no sólo se sentía más
fuerte físicamente, sino que su fe en Dios era mucho mayor. Si hubiera pasado
un poco más de tiempo él se hubiera rendido y renunciado a todo.
Años más tarde la joven amable se enfermó gravemente. Los
doctores locales no sabían que hacer y la enviaron a una gran ciudad donde los
especialistas podrían estudiar su rara enfermedad.
El Dr. Gustavo Fuentes fue llamado para consultarle este caso.
Cuando él oyó el nombre del pueblo de procedencia de la joven una extraña luz
iluminó sus ojos. El vino inmediatamente a su cuarto a verla, vestido con su
bata de médico. Sólo con verla una vez la reconoció. El médico volvió a la sala
de consulta dispuesto a hacer
todo lo que estuviera a su alcance para salvar a esta mujer. Desde ese momento
él le dio atención especial a ese caso.
Después de una gran lucha, la batalla fue ganada. El doctor
Fuentes le pidió a la oficina de contabilidad del hospital que le pasaran la
factura final por los servicios prestados, para él aprobarla. El miró la
factura y escribió algo en el borde de la misma y la envió al cuarto de la
mujer.
Ella tenía mucho miedo de abrirla pues sabía que el servicio
prestado era muy costoso y posiblemente
le tomaría el resto de su vida pagarlo. Finalmente lo abrió y las palabras
escritas en el borde de la página llamaron su atención. Ella leyó lo siguiente:
“Pagado completamente con un vaso de leche” firmado Dr. Gustavo Fuentes.
Lágrimas de gozo bajaron por sus mejillas mientras oraba: “Gracias Señor, porque Tu Gran Amor se ha esparcido por los corazones de la humanidad.”
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